dimarts, 22 de setembre del 2009

Bisaurín


El Bisaurín.

La cumbre del Bisaurín preside nuestro valle y nuestro pueblo.
Con sus 2670 m de altitud es imposible ignorar esta cumbre para los que hemos nacido y vivido en Jasa.
Tampoco puedo ignorar la emoción que sentía al verlo presidir el Pirineo cuando desde el autobús (después de un año o varios años de estar fuera) lo veía por primera vez al llevar a Bailo. Para mí todo cambiaba, el aire más fresco, la luz más nítida, el verdor de los campos, el cielo más azul, las cumbres más cercanas… y venían los recuerdos de la vida del pueblo, la familia, las personas. Pronto estaría en casa.
Recuerdo, cuando la ventisca se colaba por todas las puertas y ventanas de las casas y el frío se hacía más intenso y molesto… eran “las rabietas del Bisaurín” nos decían, “rabietas de puerto”.
Más tarde estudié también la protección que nos hacía para impedir los fuertes vientos del norte y las nubes bajas de la parte francesa con sus nieblas y lluvias.
Él tiene la culpa de proteger el valle, pero también de que no sean tan frecuentes las lluvias estivales como otros valles pirenaicos, ya que sólo admite las que vienen del sur o del oeste. Esto hace que se cree un micro-clima algo más caluroso y menos ventoso que el resto de los valles que nos rodean.
La primera vez que llegué a la cumbre tenía 10 años. Ascendí con un grupo de jóvenes de Aragüés y Jasa. Recuerdo la cruz caida y la impresionante vista que se puede abarcar. La pequeñez de nuestros pueblos, el llano de Lízara, el valle Los sarrios, el collado de Foratón por el que habíamos subido… pero sobre todo las cumbres que se veían (Midi, Anayet, Balaitous, Infiernos; el Castillo de Achert; La Estiva, Peña Mediodía… ) Varias de estas las he coronado, ninguna ( tal vez excepto el Midi) se puede comparar con la vista que puede verse desde el Bisaurín. (Alguno me ha dicho que en un día muy claro, se ven la torres del Pilar de Zaragoza, yo no lo puedo confirmar).
He subido a la cumbre 24 veces. La mayoría haciendo de guía de grupos de jóvenes. Una muy especial con los niños y niñas de Jasa, pasando la noche anterior, acampados cerca de Lízara. Puedo asegurar que en todas, la subida se hace dura, pero el llegar y hacer cumbre es un gozo. Cada una ha sido distinta, unas con calor, otras con aire, otras con nubes y frío, otra, impresionante, con niebla.
Dos las he realizado en invierno, casi todo el camino cubierto de nieve, el paisaje es totalmente distinto, majestuoso, sorprendente.
En todas me he encontrado con gente de todas partes y de todas clases. Muchos hacen kilómetros para poder hacer esta hermosa cumbre.
Animo a los que no lo hayan subido a vivir una experiencia dura pero reconfortante.
José Antonio Iguácel